miércoles, 14 de agosto de 2013

COMETE LA VIDA


Comete la vida (o ella te devora a ti)
Hola de nuevo, siento la larga espera, pero estaba viviendo. Puede no parecer una excusa convincente, pero cuando me di cuenta de que tenía que renunciar a tantas cosas a cambio de poder disfrutar de las que, muchas veces, son tan básicas, que no reparamos en ellas, no lo dude y asumiendo mis limitaciones y tragándome todos y cada uno de los sapos de la puta charca, aquí estoy, tan irreverente y con la misma mala baba de siempre, aderezada, eso sí, con unas dosis de cruenta realidad. Ahora que tengo menos movilidad que un muñeco de madera y mis pulmones empiezan a vaticinar un nuevo giro en la rosca de este garrote vil moderno, tendré más tiempo para escribir y atormentaros con mis vivencias y despropósitos, todos ellos encaminados a tratar de vivir, ni más, ni menos, una vida normalizada, dentro de una montaña rusa de sensaciones e inquietudes sin a veces respuestas, pero si  con muchas preguntas.
Este ha sido y será un tiempo en el que disfrutar de mi familia, en el que compartir responsabilidades y labrar lo mejor posible una senda lo suficientemente atractiva, para que mis hijos sean capaces de recorrerla por ellos mismos y no a base de collejones, aunque alguno siempre lo haya que dar, una senda llena de valores, actitud, espíritu….vamos una senda que les ayude a ser buena gente, luego ya, ellos decidirán qué es lo que quieren de este mundo, seguramente, lo contrario a lo que los padres les gustaría, pero esa es la historia más vieja del mundo y no os voy a aburrir con ella.

Aquí desde este sillón y pegado a mi inseparable ordenador, asisto a los primeros revoloteos de Adri, mi hijo mayor, que con trece años, planta de uno de diecimuchos  y después de un primer año de instituto duro, pero tremendamente exitoso, comienza a disfrutar de esa maravillosa etapa, llamada adolescencia, si, esa en que te cambia la voz, empiezas a perseguir todo lo que se mueve y tu habitación es una mezcla de refugio secreto y cuadra infame, toda una nueva etapa, que como padre espero disfrutar y sufrir, no es una época fácil y Adri se parece tanto a mí, que se que va a ser algo tan intenso como preciado para él. Por el otro lado está un tipo de estos que, aun teniendo ocho años, sabes, ves y constatas día a día que no va a esperar por nada, ni por nadie y que le va a dar unos bocados a la vida, de esos que la mayoría no nos atrevimos a darle, por el mero hecho de interponerse en su camino, fascinado por todo,  se siente atraído por muchas cosas y pocas cosas se le dan mal. A priori, alguien más difícil de guiar, pero emocionante de ver, ya os iré contando.

No voy a dejar de hablar siempre y bien de mi enfermera cachonda, mi cuidadora, mi saco de improperios, mi master-chef, pero sobretodo, mi mujer, la persona que comparte esta dura batalla conmigo por partida doble, siempre al pie del cañón, dispuesta como nunca a dar batalla sin cuartel y sin pedir nada a cambio, ni esperarlo. Cuando das él, si quiero, nadie piensa en algo así y no es el primero, que en un caso así, sale corriendo y no para hasta tenerlo todo bien lejos, en esto tengo que decir, que soy un gran afortunado.
Bueno, creo que por esta vez, lo dejaré aquí, espero no haberos aburrido mucho. A los asiduos a mi blog os agradezco los ánimos para retomarlo y a los nuevos os invito a leerlo desde el principio. Recordar que el mundo virtual, plagado de teléfonos y ordenadores está bien, pero el real está mejor y hay esperando a que le hinquéis el diente y recordar “solo la tristeza es degenerativa”. Un abrazo.




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